El pasado 12 de junio se celebró en el Botànic de Valencia la última de las sesiones del ciclo de charlas y mesas redondas titulado ‘El valor de les llavors’. Correspondía hablar del estado de la Huerta y la agricultura valencianas. A la mesa propuesta por Joan Romero, catedrático de Geografía Humana de la Universitat de València, que ejerció también de moderador, se sentaron Sergi Escribano, coordinador de la Cátedra Tierra Ciudadana de la UPV; Vicent Sales, agricultor, agrónomo y presidente de la Fundació Assut, y Jordi Sebastià, profesor de periodismo, exalcalde de Burjassot y eurodiputado electo por el grupo Primavera Europea.

Romero recordó que la Huerta de Valencia, que a comienzos de los años sesenta ocupaba veinte mil hectáreas, apenas conserva hoy en estado aceptable la cuarta parte de su antiguo territorio, y se ha convertido en un paisaje cultural en vías de tematización. Para evitar este desarraigo y frenar su degradación, los participantes en la mesa redonda coincidieron en muchos puntos. Todos plantearon sus propuestas, prácticas, efectivas, posibles… Todos estuvieron de acuerdo en que ha acabado el tiempo de los diagnósticos y llegado el momento de pasar a la acción, acción urgente que depende de la voluntad política a diferente escala y que pasa por atender efectivamente al hacedor y garante de la huerta, el agricultor, una especie en peligro de extinción.

Joan Romero: “Si no nos concentramos en la pieza fundamental, que son los agricultores, no acertaremos”

Joan Romero lo expresó así: “Ha llegado la época de pasar de las palabras a los hechos, al terreno de las políticas públicas”. Y, según él, estas políticas deben actuar en dos niveles: “En primer lugar, es urgente establecer regulaciones de protección especial a escala metropolitana, un marco legal que permita impulsar planes que confieran coherencia al territorio, con mecanismos incentivadores y fiscales, con planes de rehabilitación del patrimonio rural, de la red de caminos, del sistema hidráulico…”

“En segundo lugar, la agricultura ha de incorporarse como actividad económica dinámica y como forma de vida”. Más allá de insistir en la importancia y el reconocimiento de sus valores como paisaje cultural, para Romero, la salvación de la Huerta y la agricultura valencianas pasa necesariamente por centrar el foco en sus protagonistas: “Si queremos que subsista lo esencial —dijo—, tendrá que ser sobre un nuevo paradigma en el cual los agricultores sean pieza fundamental.”

El catedrático reconoce algunos factores que juegan a favor de la agricultura periurbana: “Uno es que, en los países de vieja cultura agraria, en el Mediterráneo, la agricultura sigue siendo un aspecto importante de identidades locales y regionales. Otro es el aumento de la conciencia del coste ambiental de la distancia —con lo cual, calidad de producto, identidad, proximidad, mercado local, consumo saludable y producción sostenible deberían formar parte de ese nuevo paradigma—. Y el tercer factor positivo para que los actores concernidos se decidan a situar la Huerta en la agenda política es que —aquí cita a José Pío Beltrán—, en muy pocas décadas, también en la Huerta de Valencia, la agricultura será esencial como reserva estratégica de alimentos.”

Vicent Sales: “Las opciones pasan por la profesionalización de una nueva clase de agricultores empresarios”

Agricultor de Massamagrell, ingeniero técnico agrícola y presidente de la Fundació Assut, Vicent Sales reflexionó en su discurso sobre una serie de hechos que él mismo ha ido constatando a ras de suelo, en el campo, con la gente de la huerta. Habló del desinterés por los cultivos en los años de la fiebre del ladrillo, del abandono de la tierra, de las insólitas conversaciones en los almuerzos sobre los PAI y las cuotas de urbanización, jamás oídas antes entre agricultores, de la contradicción que representa tener una huerta sin huertanos…

Se remontó atrás en el tiempo para explicar la pérdida de intensificación de la actividad agrícola, para contar cómo el naranjo —ahora en crisis irrecuperable— fue sustituyendo poco a poco los frutales que requerían mayor dedicación e incluso los productos hortícolas tradicionales. Y analizó el reciente proceso de pérdida de la huerta a manos de la urbanización expoliadora, un proceso que no encontró resistencia porque entonces ya no quedaban apenas huertanos celosos de su condición, porque la agricultura ya no era rentable y vender la tierra recalificada sí lo era.

Pero, ahora, Vicent Sales encuentra señales de recuperación: “Afortunadamente, hemos vuelto en los últimos dos años a hablar de la huerta en los almuerzos. Aun así, difícilmente podemos recuperarla si no existen las personas que puedan hacer uso de ella, y en todo caso con cierta profesionalización.” Por eso, dice que es fundamental actuar en la formación profesional y universitaria: “Hay que recuperar las escuelas de capacitación agraria, que han desaparecido casi por completo, y adecuar las de ingeniería agronómica a fin de generar una nueva clase empresarial, gente que salga dispuesta y preparada, no ya para vender insecticidas o hacer publicidad del riego localizado, sino para ser empresarios agrícolas, directivos de explotaciones agrarias rentables, capaces de reunir parcelas —tan pequeñas ahora que son inviables— y dedicarlas a los productos que se requiera en cada momento, siempre diferenciados y competitivos.”

Sergi Escribano: “Sin agricultores no hay huerta. Y, sin mercado, no hay agricultores”

Tampoco cree Sergi Escribano, coordinador de la Cátedra Tierra Ciudadana de la Universidad Politécnica de Valencia, que la formación profesional y universitaria atienda los problemas locales como debiera. Habla de algunas pérdidas: la de cultivos y variedades —8.000 hectáreas en el último año en la Comunidad Valenciana—, la de una biodiversidad agrícola que es clave para nuestra seguridad alimentaria, la del conocimiento tradicional de los agricultores, la de los vínculos de las personas con su territorio. Redunda en el papel que tiene la huerta como recurso estratégico, y se refiere también a las nuevas funciones de la huerta como reservorio de alimentos, como sumidero de carbono…

Aprovechando que está en la mesa Jordi Sebastià, eurodiputado que recalará probablemente en la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, incide en asuntos que tienen que ver con las políticas agrarias y alimentarias. Dice que la política agraria común ha venido a satisfacer los intereses del modelo de agricultura continental —carne, cereales— y a desatender la agricultura mediterránea. Y opina que hay que relocalizarla, conciliar esa política agroalimentaria con el acto cotidiano y necesario de comer. Lo explica: “Hoy en día, los valencianos estamos consumiendo productos que vienen de una distancia media de cinco mil kilómetros. La huerta se abandona, no es rentable y, sin embargo, los supermercados y los grandes centros de distribución se siguen viendo repletos de alimentos frescos que vienen de lugares lejanos. Las políticas deben acabar con esa contradicción, esa tendencia a abastecernos al mínimo coste de mercado pero al mayor coste social y ambiental.”

Para Escribano, relocalizar las políticas es una exigencia que permitiría que la restauración colectiva de las universidades, los colegios públicos, los centros hospitalarios y las cárceles se pudiera abastecer de productos locales. “Relocalizar las políticas permitiría por lo tanto dar nuevo impulso a la huerta”, dice.

Señala otras iniciativas que ya están en marcha, como la Plataforma por la Soberanía Alimentaria del País Valenciano, que promueve un modelo diferente de agricultura y de alimentación, nuevas formas de consumo basadas en canales cortos de comercialización, en el contacto directo entre consumidores y productores. “En este modelo de producción orgánica y ecológica hay una propuesta realista que hay que seguir fomentando para poder hacer de la agricultura un motor de desarrollo, de recuperación de la huerta, para evitar otros enfoques que hagan de ésta un parque temático.” Y sentencia: “Sin agricultores no hay huerta, y sin mercado no hay agricultores. A partir de aquí creo que es en el consumo donde deberíamos incidir, pero para ello hacen falta políticas públicas que no obstaculicen y que favorezcan estos modelos.”

Jordi Sebastià: “La agricultura tiene que volver a ser productiva y reconocida”

Elegido eurodiputado en las pasadas elecciones por la coalición Primavera Europea, decidido a pelear por la agricultura y la huerta valencianas desde su probable escaño en la Comisión de Agricultura, Jordi Sebastià efectuó un recorrido sentimental a través de su trayectoria personal y profesional, vinculada a la Huerta de una forma más o menos tangencial, más o menos íntima. Citó a Joan Francesc Mira para reflexionar sobre la singular vertiente artística del agricultor valenciano, incapaz de trazar un “cavalló” que no esté recto al milímetro.

Y aludió a las “terribles contradicciones” que han planeado y planean sobre el mundo agrícola. De cuando fue reportero en El Temps, hace años, recuerda aún con rabia un trabajo de investigación periodística que le llevó a denunciar la connivencia entre algunas comunidades de regantes y los ayuntamientos urbanizadores; especialmente, entre las acequias de la Vega de Valencia y el ayuntamiento de esta ciudad.

De su relación directa con los agricultores, reconoció algún tópico que tiene sin embargo un poso de verdad: “Su individualismo, la tendencia a mirarse el ombligo, la dificultad para organizarse, la facilidad con que se utiliza a este tres por ciento de la población y dos por ciento del PIB, irrelevante para la economía pero tan importante sociológicamente.” Y, de nuevo, la contradicción: “El valenciano tiene un agricultor dentro, es capaz de reconocer los valores de la huerta y, al mismo tiempo, de poner en marcha políticas de destrucción como la del plan general de Valencia, que permitió a la ciudad expandirse por la huerta.”

Y de su experiencia como alcalde de Burjassot, reflexionó sobre el “éxito” de los huertos sociales, una iniciativa que contribuye a recuperar zonas de huerta abandonadas y, además, a cohesionar socialmente el pueblo y a darle identidad. Y, a modo de conclusión, Jordi Sebastià dijo ser optimista, porque cree que “el momento de crisis viene aparejado a un retorno de la agricultura, a considerarse ésta como una salida.” Apuesta por la profesionalización, por “incentivar que la agricultura vuelva a ser productiva y reconocida, que el agricultor recupere el prestigio social que tuvo siempre, el prestigio perdido a partir de la revolución industrial.”

El passat 12 de juny es va celebrar al Botànic de València l’última de les sessions del cicle de xarrades i taules redones titulat ‘El valor de les llavors’. Corresponia parlar de l’estat de l’Horta i l’agricultura valencianes. A la taula proposada per Joan Romero, catedràtic de Geografia Humana de la Universitat de València, que va exercir també de moderador, es van asseure Sergi Escribano, coordinador de la Càtedra Terra Ciutadana de la UPV; Vicent Sales, agricultor, agrònom i president de la Fundació Assut, i Jordi Sebastià, professor de periodisme, exalcalde de Burjassot i eurodiputat electe pel grup Primavera Europea.

Romero va recordar que l’Horta de València, que al començament dels anys seixanta ocupava vint mil hectàrees, apenes conserva hui en estat acceptable la quarta part del seu antic territori, i s’ha convertit en un paisatge cultural en vies de tematització. Per a evitar aquest desarrelament i frenar la seua degradació, els participants a la taula redona van coincidir en molts punts. Tots van plantejar-hi les seues propostes, pràctiques, efectives, possibles… Tots van estar d’acord en què ha acabat el temps dels diagnòstics i arribat el moment de passar a l’acció, acció urgent que depèn de la voluntat política a diferent escala i que passa per atendre efectivament el agent principal i garant de l’horta, l’agricultor, una espècie en perill d’extinció.

Joan Romero: “Si no ens concentrem en la peça fonamental, que són els agricultors, no encertarem”

Joan Romero ho va expressar així: “Ha arribat l’època de passar de les paraules als fets, al terreny de les polítiques públiques”. I, segons ell, aquestes polítiques han d’actuar en dos nivells: “En primer lloc, és urgent establir regulacions de protecció especial a escala metropolitana, un marc legal que permeta impulsar plans que conferisquen coherència al territori, amb mecanismes incentivadors i fiscals, amb plans de rehabilitació del patrimoni rural, de la xarxa de camins, del sistema hidràulic…”

“En segon lloc, l’agricultura ha d’incorporar-se com a activitat econòmica dinàmica i com a forma de vida”. Més enllà d’insistir en la importància i el reconeixement dels seus valors com a paisatge cultural, per a Romero, la salvació de l’Horta i l’agricultura valencianes passa necessàriament per centrar el focus en els seus protagonistes: “Si volem que subsistisca allò essencial —va dir—, haurà de ser sobre un nou paradigma en el qual els agricultors siguen peça fonamental.”

El catedràtic reconeix alguns factors que juguen a favor de l’agricultura periurbana: “Un és que, als països de vella cultura agrària, al Mediterrani, l’agricultura segueix sent un aspecte important d’identitats locals i regionals. Un altre és l’augment de la consciència del cost ambiental de la distància —amb la qual cosa, qualitat de producte, identitat, proximitat, mercat local, consum saludable i producció sostenible haurien de formar part d’aquest nou paradigma—. I el tercer factor positiu perquè els actors concernits es decidisquen a situar l’Horta en l’agenda política és que —ací cita a José Pío Beltrán—, en molt poques dècades, també a l’Horta de València, l’agricultura serà essencial com a reserva estratègica d’aliments.”

Vicent Sales: “Les opcions passen per la professionalització d’una nova classe d’agricultors empresaris”

Agricultor de Massamagrell, enginyer tècnic agrícola i president de la Fundació Assut, Vicent Sales va reflexionar en el seu discurs sobre una sèrie de fets que ell mateix ha anat constatant arran de terra, al camp, amb la gent de l’horta. Va parlar del desinterès pels cultius als anys de la febre de la rajola, de l’abandó de la terra, de les insòlites converses en els esmorzars sobre els PAI i les quotes d’urbanització, mai sentides abans entre agricultors, de la contradicció que representa tindre una horta sense hortolans…

Es va remuntar arrere en el temps per explicar la pèrdua d’intensificació de l’activitat agrícola, per a contar com el taronger —ara en crisi irrecuperable— va anar substituint a poc a poc els fruiters que requerien major dedicació i fins i tot els productes hortícoles tradicionals. I va analitzar el recent procés de pèrdua de l’horta a mans de la urbanització espoliadora, un procés que no va trobar-hi resistència perquè aleshores ja no quedaven apenes hortolans gelosos de la seua condició, perquè l’agricultura ja no era rendible i vendre la terra requalificada sí ho era.

Però, ara, Vicent Sales troba senyals de recuperació: “Afortunadament, hem tornat als últims dos anys a parlar de l’horta en els esmorzars. Així i tot, difícilment podem recuperar-la si no existeixen les persones que puguen fer ús d’ella, i en tot cas amb certa professionalització.” Per açò, diu que és fonamental actuar en la formació professional i universitària: “Cal recuperar les escoles de capacitació agrària, que han desaparegut quasi per complet, i adequar les d’enginyeria agronòmica a fi de generar una nova classe empresarial, gent que isca disposada i preparada, no ja per a vendre insecticides o fer publicitat del reg localitzat, sinó per ser empresaris agrícoles, directius d’explotacions agràries rendibles, capaces de reunir parcel·les —tan xicotetes ara que són inviables— i dedicar-les als productes que s’hi requerisca a cada moment, sempre diferenciats i competitius.”

Sergi Escribano: “Sense agricultors no hi ha horta. I, sense mercat, no hi ha agricultors”

Tampoc creu Sergi Escribano, coordinador de la Càtedra Terra Ciutadana de la Universitat Politècnica de València, que la formació professional i universitària atenga els problemes locals com cal. Parla d’algunes pèrdues: la de cultius i varietats —8.000 hectàrees en l’últim any a la Comunitat Valenciana—, la d’una biodiversitat agrícola que és clau per a la nostra seguretat alimentària, la del coneixement tradicional dels llauradors, la dels vincles de les persones amb el seu territori. Redunda en el paper que té l’horta com a recurs estratègic, i es refereix també a les noves funcions de l’horta com reservori d’aliments, com a sumider de carboni…
Aprofitant que està a la taula Jordi Sebastià, eurodiputat que recalarà probablement en la Comissió d’Agricultura i Desenvolupament Rural de la Unió Europea, incideix en assumptes relacionats amb les polítiques agràries i alimentàries. Diu que la política agrària comuna ha vingut a satisfer els interessos del model d’agricultura continental —carn, cereals— i a desatendre l’agricultura mediterrània. I opina que cal relocalitzar-la, conciliar eixa política agroalimentària amb l’acte quotidià i necessari de menjar. Ho explica: “Hui, els valencians estem consumint productes que vénen d’una distància mitjana de cinc mil quilòmetres. L’horta s’abandona, no és rendible i, no obstant açò, els supermercats i els grans centres de distribució se segueixen veient replets d’aliments frescos que vénen de llocs llunyans. Les polítiques han d’acabar amb eixa contradicció, eixa tendència a proveir-nos al mínim cost de mercat però al major cost social i ambiental.”

Per a Escribano, relocalitzar les polítiques és una exigència que permetria que la restauració col·lectiva de les universitats, els col•legis públics, els centres hospitalaris i les presons es poguera proveir de productes locals. “Relocalitzar les polítiques permetria per tant donar nou impuls a l’horta”, diu.

Assenyala altres iniciatives que ja estan en marxa, com ara la Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià, que promou un model diferent d’agricultura i d’alimentació, noves formes de consum basades en canals curts de comercialització, en el contacte directe entre consumidors i productors. “En aquest model de producció orgànica i ecològica hi ha una proposta realista que cal seguir duent endavant per a poder fer de l’agricultura un motor de desenvolupament, de recuperació de l’horta, per a evitar altres enfocaments que facen d’aquesta un parc temàtic.” I sentència: “Sense agricultors no hi ha horta, i sense mercat no hi ha agricultors. A partir d’ací crec que és en el consum on hauríem d’incidir, però per açò fan falta polítiques públiques que no obstaculitzen i que afavorisquen aquests models.”

Jordi Sebastià: “L’agricultura ha de tornar a ser productiva i reconeguda”

Triat eurodiputat en les passades eleccions per la coalició Primavera Europea, decidit a barallar-se per l’agricultura i l’horta valencianes des del seu probable escó en la Comissió d’Agricultura, Jordi Sebastià va efectuar un recorregut sentimental a través de la seua trajectòria personal i professional, vinculada a l’Horta d’una forma més o menys tangencial, més o menys íntima. Va citar a Joan Francesc Mira per a reflexionar sobre el singular vessant artístic de l’agricultor valencià, incapaç de fer un “cavalló” que no estiga recte al mil·límetre. I va al·ludir a les “terribles contradiccions” que han planejat i planegen sobre el món agrícola. De quan va ser reporter en El Temps, fa anys, recorda encara amb ràbia un treball de recerca periodística al qual va denunciar la connivència entre algunes comunitats de regants i els ajuntaments urbanitzadors; especialment, entre les séquies de la Vega de València i l’ajuntament d’aquesta ciutat.

De la seua relació directa amb els llauradors, va reconèixer algun tòpic que, no obstant açò, té un pòsit de certesa: “El seu individualisme, la tendència a mirar-se el melic, la dificultat per a organitzar-se, la facilitat amb que s’utilitza a aquest tres per cent de la població i dos per cent del PIB, irrellevant per a l’economia però tan important sociològicament.” I, de nou, la contradicció: “El valencià té un llaurador dins, és capaç de reconèixer els valors de l’horta i, al mateix temps, d’engegar polítiques de destrucció com la del pla general de València, que va permetre a la ciutat expandir-se per l’Horta.”

I de la seua experiència com a alcalde de Burjassot, va reflexionar sobre “l’èxit” dels horts socials, una iniciativa que contribueix a recuperar zones d’horta abandonades i, a més, a cohesionar socialment el poble i a donar-li identitat. I, a manera de conclusió, Jordi Sebastià va dir ser optimista, perquè creu que “el moment de crisi ve aparellat a una tornada de l’agricultura, a considerar-se aquesta com una eixida.” Aposta per la professionalització, per “incentivar que l’agricultura torne a ser productiva i reconeguda, que l’agricultor recupere el prestigi social que va tindre sempre, el prestigi perdut arran de la revolució industrial.”