Dos años después de su puesta en marcha, el proyecto «Arrozales de paso» sigue adelante en el objetivo de mejorar el hábitat para la alimentación y el descanso de las aves migratorias que recalan en L’Albufera durante la mayor parte del tiempo que dura la campaña del arroz.
De acuerdo con la Conselleria de Agricultura, encargada de otorgar los permisos pertinentes, y con la colaboración de agricultores arroceros, como en este caso el cullerense Juan Meseguer, la iniciativa pasa por gestionar y manejar en momentos puntuales de cada campaña unos pocos arrozales fallidos a fin de propiciar unas condiciones favorables para estas aves.
Concretamente, se trata de realizar una serie de trabajos agrícolas que permitan mantener la parcela de cultivo libre de vegetación y con agua, con un nivel de inundación bajo. En el tupido e impenetrable tapiz de arroz en que se convierte la mayor parte del Parc Natural de l’Albufera durante el cultivo, estas parcelas «fangueadas» y aclaradas y someramente inundadas constituyen apremiantes y valiosos enclaves de supervivencia para las aves limícolas, un nutrido grupo de especies que buscan su alimento en el limo y el fango y entre las que se encuentran algunas en serio declive en Europa, como la aguja colinegra, el combatiente y el correlimos zarapitín. La medida favorece también a otras aves acuáticas, como las gaviotas, garzas, fumareles, patos, moritos y flamencos.
Además, el beneficio es doble, ya que con estas labores agrícolas se controla la vegetación adventicia que se desarrolla en los arrozales fallidos y se reduce la molesta presencia de malas hierbas durante la campaña siguiente. Las causas de estos fallos son diversas, relacionadas muchas veces con la excesiva presencia de esta vegetación no deseada, la afección de plagas y enfermedades o situaciones meteorológicas adversas.
A una escala global, el proyecto pretende ir estudiando algunos aspectos de la relación entre el arrozal y la migración de las aves limícolas; demostrando cómo medidas ambientales y agronómicas perfectamente viables pueden favorecer la diversidad biológica; recabando datos que reafirmen la ya probada importancia que tienen los arrozales como hábitats sustitutivos o complementarios de los humedales naturales, en muchos casos degradados, y contribuyan a promover programas de conservación de acuerdo con ello.
En opinión de los técnicos de la Fundació Assut, «el proyecto ‘Arrozales de paso’ es particularmente interesante porque permite conjugar la actividad agrícola con la investigación y la conservación, con la participación de la sociedad y el desarrollo de actividades de divulgación y comunicación dirigidas a dar a conocer la importancia que tiene el cultivo del arroz en la preservación de los valores naturales y culturales de un territorio como el nuestro».
L’Albufera y la migración de las aves
En L’Albufera, ubicada en un lugar donde confluyen las rutas migratorias que discurren por el Mediterráneo y el Atlántico Este, el arrozal facilita la presencia permanente de una abundante avifauna acuática y es clave para la alimentación y el descanso de miles de aves que se desplazan entre los lugares de nidificación del centro y norte de Europa y los de invernada en África. No obstante, en este caso, la intensificación agraria, la escasez de hábitats acuáticos naturales y las molestias derivadas del tránsito de vehículos y personas, entre otras causas, dificultan que así sea.
Por lo tanto, la presencia de estos reducidos enclaves inundados y sin vegetación permite la llegada de una gran cantidad de aves, especialmente limícolas, que encuentran en estas pequeñas parcelas el ambiente ideal para descansar y alimentarse, principalmente entre los meses de julio y octubre. En estos «arrozales de paso», las cifras de aves registradas llegan a ser muy considerables, con censos por encima de las 500 aves en un solo campo. Teniendo en cuenta que estas aves se van renovando continuamente —cada día nuevos individuos llegan y otros siguen su camino—, las aves que se ven favorecidas por esta medida se cuentan por miles.
Una simbiosis perfecta
Este año, se ha logrado manejar 54 hanegadas —4,5 hectáreas— de arrozales en Cullera, campos en los que el cultivo del arroz había fallado —por problemas en la germinación, afección de plagas y enfermedades o un desarrollo incontrolado de malas hierbas— y que ahora, gracias a la colaboración de los agricultores, quedan roturados, libres de vegetación y con los niveles de agua adecuados para estas aves. La iniciativa evidencia cómo una actividad agrícola en un medio productivo como un arrozal puede favorecer la biodiversidad. La simbiosis entre arroz y naturaleza es, en este caso, perfecta. Una relación de convivencia que permite garantizar unas condiciones óptimas para la supervivencia de muchas especies de aves, algunas de ellas amenazadas.